Aunque el gobierno argentino no parece convencido de que nos faltará mucho volumen, Brasil ya está buscando proveedores. Estados Unidos, Canadá y Rusia se anotan para abastecer al socio del Mercosur.
No cabe duda de que en la elección del último fin de semana en Brasil no solo se decidió quien va a gobernar el país los próximos cuatro años sino también la suerte del Mercosur. Una victoria de Bolsonaro habría empezado a enterrar el cascoteado bloque comercial, con propuestas de libertad para firmar acuerdos bilaterales y elegir cómo y con quién negociar. Por el contario Lula probablemente garantizará la continuidad del esquema, aunque no es acertado ligar linealmente al dirigente petista con el populismo argentino, y eso abre interrogantes.
Lo que sí es seguro es que el exdirigente metalúrgico se va a encontrar con un inconveniente a resolver en materia de trigo. Brasil consume unos 12-13 millones de toneladas del cereal cada año, de las cuales importa unos 6-6.5 millones. Este último año ha producido más de 9 millones de toneladas, pero se dedicó a exportar activamente, con la idea de aprovechar los buenos precios que generó la crisis en el Mar Negro, de modo que el número de las importaciones no debería modificarse mayormente.
Todavía es bastante complicado decir a ciencia cierta cuánto trigo tendrá la Argentina esta campaña. El dato más reciente habla de unos 13.7 millones de toneladas según estima la Bolsa de Comercio de Rosario, pero no pocos arriesgan un número por debajo de los 13 millones de toneladas. El gobierno, en tanto, estimaba hasta hace tan solo unos días un volumen en torno de los 16 millones de toneladas, según comentara el secretario de Agricultura.
En Brasil parecen ir por las teorías más pesimistas y no quieren quedar descalzados. Los analistas insisten en que el país debe buscar proveedores alternativos, "dado que la mala cosecha de Argentina ha reducido la producción y comprometido su capacidad de exportación". Todas las miradas recaen entonces sobre Estados Unidos, Canadá e incluso Rusia como posibles proveedores. Los tres tienen a Brasil como un viejo objeto de deseo, al cual el arancel externo común (AEC) mantiene fuera del alcance.
Un especialista de StoneX calculó que el vecino país importará entre 1 y 1.5 millones de toneladas de fuera del Mercosur, aunque algunos consideran que la cifra es conservadora. En la temporada 2021/22 Brasil importó solo unas 155.000 toneladas de trigo de países fuera del bloque, en tanto un año antes había adquirido casi 900.000 toneladas a Estados Unidos, Canadá y Rusia.
Durante la gestión de Bolsonaro, Brasil estableció una cuota anual de importación de trigo de 750.000 toneladas que está exenta de aranceles. ¿La mantendrá Lula? ¿Irá a ampliarla? Es que de lo contario las compras fuera del bloque les saldrían sensiblemente más caras. Todo indica que debería pensar muy bien el tema, ya que además de la seca en nuestro país se ha complicado la cosecha de trigo en el sur de Brasil por el exceso de lluvias.
A Estados Unidos la chance le viene como anillo al dedo. Su frente externo no es el mejor y hace rato que le ha echado el ojo a un gran comprador de trigo como Brasil. En la última reunión de la U.S. Wheat Associates con representantes de Abitrigo (molinería brasileña), el presidente de la entidad estadounidense, Vince Peterson, dijo que "nuestra presencia es una forma de mostrar cuán importantes son los molineros y compradores brasileños para nosotros. La calidad de los trigos de nuestro país sigue siendo deseable para muchos de ellos. El grano que han comprado este año es ideal para generar productos alimenticios de la mejor calidad".
Hoy se sabe que las exportaciones de trigo de los Estados Unidos podrían caer a 21 millones de toneladas. Si se concreta, este sería el nivel más bajo desde 1971/72, más que nada porque sus precios de exportación no son demasiado competitivos. También porque el negocio ya no es lo que era y la producción viene retrocediendo.
¿Y Rusia? Bolsonaro estuvo en Moscú pocos días antes de la invasión a Ucrania. No le ofreció a Putin la puerta de entrada a Latinoamérica pero sí evitó fustigarlo públicamente porque necesitaba el fertilizante que genera Rusia para una agricultura brasileña que defendió con uñas y dientes. ¿Qué hará Lula con este vínculo? Se supone que profundizarlo y en eso quizás también entre el trigo.
De fondo, lo importante es nuestra postura. Lo que ha ocurrido con la seca es una desgracia que difícilmente puede manejarse. Pero la sensación es que el país no tiene una estrategia oficial para sostener el negocio con Brasil; la sola política de adelantar DJVE o "manipular" registros atenta contra eso. Cuando el vecino va terminado sus stocks de trigo y sale a buscar, el escenario en la Argentina es el de una comercialización encorsetada, lo cual anula nuestras ventajas competitivas en esta plaza.
Terminar con todo este manoseo no solo mejoraría los números del productor sino que consolidaría nuestra presencia en Brasil, donde valoran especialmente el cereal argentino, más allá de las estrategias razonables que aplican sus molinos buscando una mejora en los precios. Ante las volteretas burocráticas de nuestro país, un funcionario brasileño se preguntó oportunamente "para qué quieren el arancel externo común si no tienen trigo habilitado para ser vendido y no lo saben aprovechar". No hay mucho para reprocharle.