El productor demanda y merece una paridad acorde al verdadero valor del dólar. Un Estado necesitado le ofrece un premio consuelo dentro de un esquema con daños colaterales de gran magnitud. Pan para hoy, hambre para mañana.
Tenemos un nuevo dólar soja o como quiera usted llamarlo. Obedece a las mismas razones que dieron vida a sus antecesores. Como refleja el gráfico del economista Salvador Vitelli, nuevamente estamos con el tanque casi vacío (la línea celeste marca la evolución de las reservas internacionales). Y una vez más será el campo el que le aporte oxígeno a un Banco Central exhausto, producto de una política macroeconómica y de gasto publico totalmente desacertada.
Se calculan reservas netas por debajo de u$s 2000 millones, al tiempo que acaba de negociarse una quita en las metas con el FMI. Tanto este organismo como el gobierno saben que así y todo no van a cumplirse; en marzo el Central tenia no más del 30% de lo requerido por el Fondo. Salir de este brete es el fundamento y la razón de ser de este tercer dólar soja.
La autoridad bancaria viene envuelta en una sangría interminable. En el primer trimestre acumuló un rojo de u$s 3.000 millones y desde que empezó abril no para de vender billetes estadounidenses. En medio de esta debacle le llega otro tubo de oxígeno proveniente del agro, pero que no asegura la supervivencia del paciente hasta las elecciones. Dicen que dentro del equipo económico piensan que habrá tantos dólar soja como sea necesario. Habría que tener cuidado con este tipo de apuestas, se ha perdido la mitad de la cosecha.
El asunto es que ahora la soja tendrá una paridad de $300 hasta el 31 de mayo próximo, en tanto para las economías regionales la movida irá hasta fines de agosto, aunque no está claro a quién le toca y a quién no.
Desde luego, es muy negativo el impacto sobre lo que queda de lo que alguna vez fue el mercado de soja, más allá de que resulte comprensible que un productor aproveche estos 300 pesos para colocar su mercadería, que de otra forma debería vender a un precio aún más confiscatorio. Hay que decir que de todos modos aun con esta paridad sigue muy lejos de lo que cobra un productor uruguayo, brasileño o paraguayo.
Para un conocido economista, Massa le toma el pelo a los productores, ya que cada vez les ofrece un dólar soja más modesto. Actualizados, el dólar soja 1 equivaldría en mayo a $345, y el dólar soja 2 a $335. Otro especialista destaca que serán mayormente $ 5.000 adicionales y en una de esas es preferible financiarse en pesos y esperar el dólar 4.
Como fuere, la movida consolida la destrucción del mercado de granos más transparente que teníamos. En las horas previas al anuncio aquel que había entregado a fijar precio percibía por la soja unos 75000-79000 pesos, si la vendía puesta en algún exportador valía 85000 pesos, la pizarra cotizaba en 90000 pesos y el Matba Rofex operaba en torno de los 105000 pesos. La distancia entre puntas muestra el descalabro en que se ha convertido este mercado.
Un conocedor de estas lides como Javier Buján no es optimista respecto de cuánto va a recaudar el gobierno, debido a lo que se llevaron los dos primeros dólar saja y la pobreza de esta cosecha. Ambos envíos le aportaron al Estado más de lo que esperaba, pero llegó un verano caliente -por la salida de dólares más que por las altas temperaturas- y vuelta la burra al trigo. Se fueron más de 3000 millones de dólares hasta fines de marzo, se le pagaron 3300 millones al FMI, más lo que hubo que darles a acreedores privados para no caer nuevamente en default en la deuda de este tipo reestructurada por Guzmán. Moraleja: el tanque está de nuevo sin combustible.
Buján piensa en una cosecha por parte del gobierno de no mucho más de u$s 4000 millones, Vitelli calcula entre u$s 4.500 y 5.000 millones, siempre hablando de la soja, si se dan determinadas condiciones. Un dólar en torno de los $300 es mejor que lo que teníamos, pero resulta insuficiente para generar un cambio radical.
Otras especulaciones indican que las reservas netas podrían aumentar al menos u$s 2.500 millones hacia fin de mes. Pan para hoy, hambre para mañana. Hay dudas además acerca de cómo puede impactar en los posibles vendedores la sensación de que habrá un nuevo gobierno en diciembre con un tipo de cambio más realista y unificado. El Wells Fargo estadounidense ya habla de una devaluación del peso tras las elecciones de octubre en la Argentina; el dólar formal subiría un 65% hacia fin de año.
El gobierno está pensando más que nada en los 7 millones de toneladas que quedaron sin negociar de la campaña previa; el punto es que se necesitarán para mezclar con el grano de esta cosecha y recortar el porcentaje de dañados y verdes.
Desde luego, las contraindicaciones del sistema ideado por Massa y los suyos están allí, inconmovibles y agravadas. A la destrucción del mercado de la soja hay que sumar la fenomenal expansión monetaria requerida, que va a presionar más todavía sobre los precios y la brecha cambiaria. Con cada desdoblamiento de este tipo hay un nuevo salto en la emisión y en los pasivos remunerados del BCRA. Es más inflación presente y más costos para estabilizar en el futuro. Los cálculos indican que si se liquidan u$s 3.000 millones equivale a imprimir un 20% de la base monetaria, si son u$s 6.000 millones, sube al doble.
Para el cierre hay que escucharlo a David Miazzo, de FADA. Desde la macro el sistema es totalmente inconsistente; por cada dólar que se consiga, el Banco Central va a resignar $90. Si ingresan 6.000 millones, la entidad va a perder/imprimir $540 mil millones de pesos.
A eso hay que sumar la mencionada rotura del mercado de soja, ruidos en los alquileres agrícolas, mayores costos para ganaderos, productores de leche, aves y cerdos. Nada nuevo, solo que es difícil acostumbrarse a estos daños colaterales.
El agro es rehén de este sistema atado con alambre. Trata de subsistir hasta que llegue una administración razonable y pueda vender sus granos en un pie de igualdad con los otros productores de la región. Mientras tanto, habrá que seguir soñando con un futuro caracterizado por cambios profundos, de largo plazo y mínima presencia del Estado, solo dedicado a las tareas que le competen. Después de todo, soñar no cuesta nada.
