Editorial

La frutilla del postre

No había una sola condición razonable para lanzar una devaluación como la que se realizó el lunes pasado. Se hizo mal y tardíamente, y estamos viendo las consecuencias. Es el broche justo para una larga serie de determinaciones desafortunadas.

17 Ago 2023

Quien mal anda, mal acaba, reza un dicho popular parcialmente aplicable al gobierno. Massa tuvo una increíble oportunidad para torcer el rumbo cuando asumió como superministro en medio de una notable crisis, provocada en gran medida por la líder política de su entente de gobierno, más la debilidad del presidente designado. Y la desperdició.

Era agosto de 2022, y era devaluar junto con un plan de estabilización confiable, creíble, sustentable. No quiso, no supo o no pudo. Buscando no irritar la sensible ideología del segmento más radicalizado de su coalición, se dedicó a emparchar la situación mes tras mes, que no se notara que todo iba a seguir tal cual a pesar de lo desaconsejable de la idea. Había un alto riesgo implícito al adoptar tal temperamento.

En eso estaba, moviéndose sin levantar polvo, hasta que la sequía lo puso en evidencia. Ya era bastante tarde para reaccionar, y de todos modos el ministro candidato volvió a mostrarse poco dispuesto a vulnerar los mandatos del ala más extrema.

Hace menos de una semana Massa fue a las primarias y obtuvo un resultado alentador si se considera su floja actuación al frente del Ministerio de Economía y el deterioro inflingido en los salarios de la población, sobre todo para los que menos tienen.

Sin embargo, a sus ojos -y a los de su coalición- ese 27.3% del último domingo probablemente parezca poca cosa. Obnubilado por esta realidad o cumpliendo un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que olvidó comentar a sus compatriotas, volvió a meter la pata.

Lo explicaba muy bien un exdirectivo del FMI. "Es temerario devaluar un 22% y decirle al mercado que va a mantener el nuevo valor de la paridad hasta octubre, justo a un mercado que sabe que la inflación está fuera de control y que el Banco Central no tiene reservas genuinas. Un mercado que ha perdido toda confianza en las autoridades. Es una invitación a cubrirse cuanto antes, a dolarizar carteras, pero también es un convite a la especulación. Prácticamente un pelotón de fusilamiento".

La semana parece darle la razón. A pesar de que se detuvieron arbolitos en la vía pública y se patrulló intensamente la City, la divisa estaba, al menos hasta el miércoles, en una línea ascendente cuyo final es imposible prever. Es la mayor suba para el paralelo desde la salida de la Convertibilidad.

Cuando Massa asumió el dólar blue bordeaba los $300; un año después ronda los 800 y no se sabe en qué valor terminará la semana, pero ya no parece un disparate pensar en $1000 antes de las elecciones de octubre. La deuda pública se ha multiplicado escandalosamente, el recorte del déficit es insuficiente y la emisión goza de excelente salud. Es muy delicado lo que ha sucedido en el BCRA en los últimos siete meses; se ha comprometido su situación patrimonial y además se ha limitado su capacidad para cumplir sus objetivos.

Devaluar cuando no tenía que hacerlo y de la forma menos recomendada ha terminado generando algo muy parecido a una corrida cambiaria. Y el temor de lo que ya está pasando provoca en un gobierno sin planes reacciones extemporáneas y de nula utilidad para remediar la situación.

El miércoles hubo tensión en el Mercado de Cañuelas. Mensajes que pedían cuidar los precios, presiones de todo tipo y pelaje para evitar una nueva suba en el valor de la hacienda. Esto después de los conatos de suspensión de exportaciones de la víspera. Y se cierran acuerdos de precios que parecen de muy difícil cumplimiento en tanto no se implemente alguna medida de mayor profundidad.

El paralelo ya superó el nivel de aquella crisis de 2022, incluso el valor del dólar de 2001 ajustado a estos tiempos. Economistas experimentados aseguran que un poco de confianza debería desplomarlo, pero esto es justamente lo que menos abunda. Se decía que devaluar sin programa implicaba un alto riesgo, y podemos ahora comprobar que es así. El piso de la inflación ya tiene dos dígitos, para castigo de toda la población. No hay tasa que alcance, la gente sigue demandando dólares.

La jornada cerró con una avalancha de rumores ligados a un posible alejamiento de Massa del Ministerio de Economía, incluso lo pidió explícitamente un legislador famoso por su incondicionalidad respecto de la líder de la coalición gobernante.

Todo puede suceder en un contexto de alta volatilidad, mucho nerviosismo y ausencia total de mensajes por parte de quienes gobiernan. Hay un problema muy serio de expectativas. La macro se quedó sin precios. Es un escenario sumamente difícil que necesita urgentemente alguna señal contundente. Y quizás ni siquiera eso sirva a esta altura de los acontecimientos.

La devaluación lanzada esta semana ha sido la frutilla del postre, la figurita que faltaba conseguir para completar el álbum de todo lo que no debe hacerse. Lamentablemente.

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