Editorial

Trigo: que no te vendan gato por liebre

Mientras en nuestro país los precios del pan rondan niveles inalcanzables para una parte de la población, en la región los aumentos en años recientes son infinitamente menores. Es la economía, y hay que explicárselo a la sociedad.

Mientras en nuestro país los precios del pan rondan niveles inalcanzables para una parte de la población, en la región los aumentos en años recientes son infinitamente menores. Es la economía, y hay que explicárselo a la sociedad.

La Argentina es uno de los principales exportadores de trigo del planeta, de ahí que los analistas del mercado global de granos no le quitan la vista a las noticias que llegan desde esta parte del mundo dentro una campaña especialmente fatídica en términos climáticos. Sus productores son expertos en llevar adelante el cultivo y generar producción de trigo a un costo razonable, que de todas maneras no impacta en el precio final del grano, que es fijado por la oferta y demanda.

Brasil ha sido desde siempre el principal cliente del trigo argentino, si bien cada año se muestra menos cautivo y más independiente de nuestros movimientos. Los vecinos trabajan para llegar al autoabastecimiento de trigo mediante cultivares desarrollados por Embrapa para las condiciones de suelo y temperaturas imperantes en regiones donde hace una o dos décadas hubiésemos considerado imposible llevar adelante el cultivo. Les falta recorrer un trecho todavía, pero es un error subestimarlos.

El punto es que en nuestro país el pan multiplicó varias veces su precio en los últimos cuatro años, en tanto la suba fue infinitamente menor en Brasil. En la Argentina de 2019 los medios se sobresaltaban al constatar que el kilo se iba a cobrar en torno de $90-100 hacia la parte final de ese año; hoy se especula con un valor cercano a $500 para diciembre. En el mismo periodo la suba registrada en Brasil alcanza al 30% en el mejor de los casos.

Al precio actual del trigo recibido por el productor de Rio Grande do Sul, en el rango de R$94 por bolsa de 60 kilogramos, y considerando el precio del pan francés en panaderías y minoristas el peso del grano de trigo respecto del precio final del pan es del 12-14%. En la Argentina esta ecuación está en niveles similares. Las referencias deben tomarse como orientativas, porque los precios varían mucho según calidad y localidad considerada. Lo importante es que no hay una participación abusiva del valor del trigo sobre el precio del pan en la Argentina.

Hay que recordar que tanto Brasil como nuestro país están en el mismo planeta y con los mismos conflictos geopolíticos por todos conocidos. Y subrayar que la Argentina recurre a retenciones, volúmenes de equilibrio y fideicomisos detrás de la sanata interminable de proteger la mesa de los argentinos. Argentinos que están sometidos a un deterioro feroz de sus ingresos, que lejos de ser protegidos se ven erosionados por cada paso que da un Estado indolente a la hora de gastar sus recursos.

Peor aún, todas estas herramientas están asociadas a una burocracia que consume el dinero de aquellos privados que son los únicos responsables de generar fuentes genuinas de trabajo.

Dicho hasta el cansancio, el pan no cuesta $450 porque sube el trigo sino porque está inserto en una economía demencialmente inflacionaria, desequilibrio generado por la emisión irresponsable de dinero. Da lo mismo que sea pan o tornillos, no es un problema del producto.

El problema es que los funcionarios se hacen los distraídos con el gran público. Jamás le contarán la verdad, desde luego. Quizás sea responsabilidad del campo buscar los caminos idóneos para desenmascarar esta mentira y que dejen de usarlo como chivo expiatorio.