La sequía en este verano se ha prolongado mucho más allá de lo previsto y las estimaciones de pérdidas no hacen otra cosa que aumentar. Hasta estos días ha resultado difícil cuantificar el impacto, por un lado porque la presunción de que la sequía se cortaría a una determinada altura del mes de febrero resultó totalmente equivocada. Por otro lado, porque los sistemas productivos uruguayos tienen fortalezas que en ocasiones sorprenden a los propios productores, como ocurrió con la soja el año pasado y los cultivos de invierno en la última cosecha.
Esto hizo que se mantuviera la esperanza de algún "milagro" y la cosecha se salvara, al menos en cierta proporción. Pero pasó febrero y las pocas lluvias fueron muy desparejas, mejores hacia el Norte pero muy pocas en Soriano-Colonia y alrededores, donde se concentra la mayor área. Las sojas y maíces comenzaron a secarse y a perderse.
Algo parecido está sucediendo en otros rubros. La ganadería tendrá un año durísimo de cara al invierno. Aun así, los precios se están fortaleciendo y eso es alentador. Además, se están registrando datos de preñez mejores a los esperados, en particular en el Este, cifras que aumentan el optimismo dadas las actuales circunstancias.
De todas formas, la producción de carne caerá y la oferta forrajera para los próximos meses será acotada. Ahora en ganadería el desafío es plantar rápido verdeos para generar fibra antes que lleguen las primeras heladas.
En el sector lechero la remisión es difícil de sostener y las pérdidas se acumulan, también por la escasez de forraje, en una dinámica similar a la de la ganadería pero con el agravante de tener que mantener la producción día a día con costos prácticamente insostenibles. Como en otros rubros, los tambos vienen de buenos ejercicios previos, pero el clima se puso totalmente en contra.
En la granja las pérdidas se agravan y ya no solamente están afectados los cultivos hortícolas de ciclo anual, sino que se están perdiendo montes de frutales, que supieron resistir graves sequías pero no pudieron con esta. La seca en la granja tiene el impacto agregado de subir precios al consumo, justo cuando se está en plena lucha contra la inflación.
Pero parece claro que el golpe mayor está en la agricultura. El escenario es tétrico y ya estamos en condiciones de plantear algunos números en el caso de la soja, sin dejar de recordar que la producción de maíz también se vendrá al piso este año.
Números preliminares
Según estimaciones iniciales de técnicos, productores y empresas vinculadas a la producción de la oleaginosa, ya no caben dudas: este año la cosecha no alcanzará el millón de toneladas (gráfica). De hecho varias compañías internacionales con actividad en Uruguay, tanto en la originación como comercialización de soja, estiman que como máximo se llegaría a producir unas 800,000 toneladas de la oleaginosa.
Esta sería la peor producción de soja -al menos- desde el año 2009. Dicho de otra forma: la sequía ha empujado al cultivo - el principal del Uruguay- varias casillas atrás, llevándolo a los años en que comenzaba su expansión (años 2000), cuando el área avanzaba de 100,000 a 500,000 hectáreas en pocos años.
El cultivo luego siguió creciendo, llegó a casi 1,4 millones de hectáreas, para luego - a partir de la caída de precio de 2015- consolidarse en este eje de algo más de un millón de hectáreas en el que ha fluctuado en los últimos años, más allá de los vaivenes de mercado. En los años buenos los rendimientos promedio nacional han estado entre 2.800 a casi 3.000 kg/ha, y en años corrientes en el eje de los 2500 kg. Ante la sequía actual se planteaba como referencia la del año 2018, que afectó el rendimiento llevándolo a poco más de 1.200 kg/ha. Se lo recuerda como un año durísimo, que los productores superaron de a poco en las zafras subsiguientes. Pero lo de este año superó hasta el más pesimista.
Sin cosecha
La tecnología agrícola ha mejorado de manera sustancial en los últimos años, en genética y biotecnología, agroquímicos cada vez más sofisticados, maquinaria de precisión y con escala que permite aprovechar cada vez mejor las ventanas de siembra y cosecha. Todo articulado en sistemas más sostenibles, aunque en este plano siempre hay para avanzar.
Sequías de diverso grado hubo en buena parte de los años en los que la soja se ha estado plantando en Uruguay, a las cuales enfrentó con una resiliencia y "plasticidad" en algunos casos sorprendente: sojas que estuvieron muy impactadas en algunos veranos lograron responder rápidamente en el regreso de las lluvias (fines de enero o febrero), devolviendo buenas o muy buenas cosechas. No fue el caso este año: la soja comenzaba a florecer y el agua no llegaba; con ciclo indeterminado el cultivo buscaba revancha floreciendo nuevamente, pero la lluvia seguía sin llegar, lo que sucedió especialmente en la denominada zona núcleo de producción (departamentos de Soriano, Colonia y alrededores), de manera que finalmente muchas chacras se perdieron totalmente.
Esto es lo singular y triste de este año: habrá un muy alto porcentaje del área -difícil de estimar- que, sencillamente, no se va a cosechar. Este es un hecho que no tiene antecedentes: son varios los productores que ya han optado por pastorear la soja o enfardarla. Por esta circunstancia terrible, hablar de rendimientos por hectárea es vidrioso: si el área descartada es mayor, el rendimiento en las áreas cosechadas podría ser mayor; si se apunta a cosechar más área, el rendimiento sobre área cosechada lógicamente bajará. Por eso, lo que importa es la cifra global de producción y será realmente muy pobre. Aun con esta salvedad, acompañamos la nota con gráficas que incorporan datos preliminares e ilustran con claridad el daño. Medida en dólares, la caída en la producción sojera implicaría -por lo menos- unos U$S 1.000 millones menos de ingreso a la economía.
Todas estas consideraciones son exclusivamente sobre los volúmenes producidos. Pero hay que agregar el impacto en la calidad. "Vamos a cosechar algo que no se parece a soja", comentaba lacónico un técnico esta semana. Granos chicos, desparejos, etc.
Seguros
Una parte de la producción -menor- tendrá resarcimiento por los seguros de rendimiento contratados La agricultura uruguaya hace uso de seguros de manera cada vez más amplia, con coberturas contra granizo, temporales, vientos, etc.: pero los seguros de rendimiento contra sequías como las de este año tienen un costo relativamente alto y no están generalizados.
El presidente del Banco de Seguros del Estado (BSE), José Amorín Batlle, señaló que solo la tercera parte del área sojera tiene seguros de rendimiento. Agregó que el BSE pagará entre 70 y 90 millones de dólares, en lo que catalogó el peor siniestro en sus más de 100 años de existencia. Fuentes del sector nos señalan que la cifra global de indemnización (considerando todas las compañías) superaría los U$S 150 millones. Para quienes contrataron el seguro, será la herramienta que les permitirá continuar en la actividad.
Un observador inadvertido podría cuestionar: ¿cómo puede ser que los productores no se hayan asegurado, en particular si sabían que era un año Niña con altas probabilidades de sequía? No tan rápido: las pólizas de rendimiento operan cubriendo un determinado nivel de producción base y el costo sube cuanto más rendimiento se asegura. Dicho de una manera sencilla: asegurar los primeros mil kilos de rendimiento es (relativamente) económico, pero ese volumen se obtiene aun en sequías, por lo que no es tan claro para el productor el beneficio.
Dicho de otra forma: si se aseguran 1.000 kg/ha y el cultivo rinde 1.050 kg/ha, no cobro nada. Este año, sin embargo (y con el diario del lunes) los que aseguraron 1.000 kg y no cosecharon nada, tienen el respaldo de la póliza. Los que no, están en serios problemas.
Para mejorar la herramienta se necesita mejor información sobre los rendimientos año a año, compartida por aseguradoras y reaseguradoras, para darle a todas las partes el mejor valor: precisión de cobertura para las compañías de seguros, y pólizas más económicas a los productores. El MGAP, en un plan piloto liderado por el subsecretario Ignacio Buffa, está avanzando en este plano y -con lo sucedido este año- puede esperarse un aumento en la superficie asegurada. Demostrar que las sequías no son parejas (las reaseguradoras nos ponen "en la misma bolsa" con Argentina, Paraguay, Río Grande, cuando notoriamente es muy raro que coincida seca pareja en toda la región) y apuntar a generalizar el seguro de rendimiento, es el desafío. Porque si hay algo seguro, es que habrá otra seca.