Editorial

Mercosur: la difícil tarea de mezclar agua y aceite

El bloque viene a los tumbos. Las diferencias políticas y de ordenamiento de la economía argentina con el resto son más que notables. No hay manera sencilla de armonizar cosas tan distintas.

El bloque viene a los tumbos. Las diferencias políticas y de ordenamiento de la economía argentina con el resto son más que notables. No hay manera sencilla de armonizar cosas tan distintas.

Nada es para siempre. Nada. El mundo evoluciona. Cambia y vuelve a cambiar. Las relaciones se reformulan y los criterios de base se revisan. Ha sido así desde siempre. Afortunadamente. Desde esta óptica, uno puede sentirse mucho más cerca del dinamismo de Lacalle Pou que de la comodidad exasperante de Alberto Fernández.

Emociones de lado, el Mercosur ha llegado a un estado de cosas en donde sostener el status quo de manera absoluta parece un sinsentido. Con sus más y sus menos el presidente uruguayo ha sacudido la modorra de sus compañeros de ruta, obliga a repensar la cuestión, y pone sobre la mesa la importancia de potenciar exportaciones. Es probable que el titular del Ejecutivo argentino no lo entienda, atado a un sistema que impone todo tipo de castigos al que vende fronteras afuera y genera una sequía de dólares que obliga a paralizar fábricas y/o privarse de recursos elementales.

Quizás allí radique la primera dificultad para esta Unión Aduanera algo anquilosada. Cada tanto reúne al frente de los gobiernos de los países miembros, políticos que están en las antípodas unos de otros. Es muy difícil congeniar las ideas de quien está pensando en parecerse a Cuba o Venezuela con otro que trata de abrirse a los negocios con el mundo civilizado. Los países deberían estar por encima de las apetencias del gobernante, pero sabemos que esto no es así en nuestro caso.

Pero además, nobleza obliga, es muy complejo coordinar intereses entre economías tan distintas. Mientras Brasil, Uruguay y Paraguay tienen números ordenados, los de la Argentina son un descalabro. Es un poco lo que Fernández llama eufemísticamente "asimetrías", en referencia a nuestra inflación desquiciada, múltiples tipos de cambio, derechos de exportación y otras bellezas por el estilo.

En este contexto, la piedra de la discordia ha sido la intención del presidente oriental de sumarse al Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico. A él adhieren Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. Es un mercado de 480 millones de consumidores potenciales, y los uruguayos quieren probarse en este tatami hipercompetitivo. Lacalle Pou reunió a los líderes de los mayores partidos políticos de su país y les explicó qué quiere hacer con él. Que se sepa, nadie en la vecina orilla se opuso enfáticamente.

Los orientales pretenden flexibilidad de parte del bloque para discutir este acuerdo sin sus socios regionales. Mirando al representante argentino, el canciller uruguayo puso en duda la voluntad de algunos en el bloque para modernizar esta estructura. El propio Frente Amplio, de tono izquierdista, reconoce que el Mercosur está en un muy mal momento, pero subraya que le gustaría preservarlo.

El punto es que la posibilidad de negociar en forma unilateral acuerdos comerciales con terceros países se contradice con los objetivos y principios establecidos en los tratados fundacionales del bloque, hace ya muchos años. Mientras tanto, hay una larga lista de acuerdos comerciales en veremos; todo indica que el conjunto se viene comportando como el perro del hortelano. Los uruguayos se han dado cuenta y advierten que si consiguen sumarse al TPP-11TP, habrán de evaluar si les conviene seguir dentro del Mercosur.

La pieza que falta es Lula, listo para desembarcar en el Planalto. Más de un populista se entusiasma, aunque podría ser un error estimar lo que hará el brasileño en función de los pasos habituales de nuestro gobierno. Por lo pronto se sabe que piensa apurar el acuerdo con la Unión Europea, otro dolor de cabeza para el proteccionismo local.

Sin mayores exportaciones no hay futuro. Y para vender hay que importar, los demás no son idiotas. Desde luego sin regalarle todo el arco a los delanteros rivales, con una apertura inteligente. El vivir con lo nuestro y la sustitución de importaciones van matando la capacidad competitiva del país. Ni siquiera se ha probado que generen más trabajo.

¿El Mercosur? Ha venido dejando girones de piel en el camino. Se ha ido convirtiendo en un desesperado intento por sobrevivir mezclando agua y aceite, y eso es muy difícil. Ojalá se lo pueda modernizar, pero antes hay países que deben resolver sus desaguisados internos. De otro modo las piezas nunca encastrarán.