Mauricio Macri salió ayer al balcón de la Casa Rosada después de recibir la banda y el bastón presidencial y se dio el tiempo de volver a jugar allí muchos de los ritos que practicó durante la campaña presidencial y que algunos de sus asesores intentaron moderar. Macri fue allí más Macri que nunca. Junto a su esposa Juliana Awada, su hija Antonia, Gabriela Michetti y Marcos Peña, bailó, se quitó la banda y todo al ritmo de "No me arrepiento de este amor" de Gilda, cantado por la vicepresidente.
Enfrente tenía una Plaza de Mayo colmada donde se acomodaban público espontáneo y militantes de Cambiemos que claramente se identificaban con banderas amarillas y rojas y blancas. Fue el primer indicio de la movilización que demostraron intendentes de la UCR y el PRO que en breve pasarán a ser clave para apoyar los actos de Gobierno.
Macri habló a la plaza con un mensaje corto, casi un resumen en líneas muy generales del que se escuchó ante la Asamblea Legislativa. "Tenemos que seguir juntos porque esta Argentina la construimos entre todos. Sí, se puede, quiero que todos podamos expresarnos en libertad en la República Argentina y que podamos pensar diferente, pero trabajar juntos", bramaba Macri y la plaza le respondía: "sí se puede". Era sólo la mitad de un cronograma que terminó recién a las 21:40 cuando ingresó de la mano de Awada al palco presidencial del Teatro Colón para la velada de gala que cerraría el día de festejos.
Macri arrancó el día a las 8 de la mañana con un vuelo en helicóptero hasta La Plata para presenciar la jura deMaría Eugenia Vidal. A la salida de su casa ya había público esperándolo como hubo casi todo el día bloqueando la avenida del Libertador.
El escenario en La Plata fue bien distinto del que le tocó vivir a él mas tarde en la Capital Federal. En el recinto de la Cámara de Diputados de Buenos Aires, donde sesionó la Asamblea provincial, se encontró con Vidal y también con Daniel Scioli y Gabriel Mariotto, que dirigió la primera parte de la ceremonia de aceptación del cargo y jura de la gobernadora y su vice, el radical Daniel Salvador. En ese acto la armonía entre el peronismo, los radicales y el macrismo fue total, a pesar que desde los palcos de la UCR se noto una euforia reforzada a la hora de vitorear a Salvador.
De allí Macri volvió a Buenos Aires y cerca de las 10 ya estaba de nuevo en su departamento de avenida Del Libertador. Para esa hora ya se sabía que esa seguirá siendo la morada del presidente durante algunos días. La mudanza a la Residencia de Olivos, como es obvio, quedará para después de haber hecho una revisión a la situación general de la casa y dependencias y de algunos toques para aclimatarla a la vida de familia, todo a cargo de Awada y los empleados de la Casa Militar.
A las 11 Macri inició ayer el trayecto hacia el Congreso que tuvo una escala primero en la Casa Rosada. Antes de partir, como lo hizo también por la mañana y el miércoles tarde a la noche, hubo saludo de la pareja presidencial con su hija Antonia desde el balcón del departamento. Después partieron.
Circular por Libertador en ese momento ya era imposible entre la caravana con custodios que seguían el auto de Macri y cientos de curiosos que lo seguían autos y motos.
Desde allí fue por Avenida de Mayo hasta el Congreso custodiado por Granaderos a Caballo, el mismo viaje que una hora después haría a la inversa con la fanfarria Alto Perú marcando su paso y en una camioneta blanca con techo corredizo que, a medio camino, permitió convertirla casi en un descapotable. Macri y su esposa Julianasalieron allí y saludaron, dándose cada tanto un beso que pedía la tribuna.
La ceremonia de jura ante la Asamblea Legislativa fue corta como lo fue el mensaje de Macri de sólo 26 minutos. No hubo anuncios, sino líneas generales del espíritu que piensa darle a su Gobierno. Si hubo un protagonista en ese mensaje fue sin dudas la Justicia y la apelación presidencial a la independencia.
La Asamblea también dio algunos anticipos de batallas que se vienen. Alejandra Gils Carbó, por ejemplo, no estuvo invitada a la ceremonia de asunción.
Gils Carbó es el caso de desalojo más complicado que tiene Macri por delante. La procuradora general volvió a insistir ante los suyos la semana pasada que no dejará el cargo. Sólo mediante un juicio político Macri podría removerla, pero para emitir la sentencia necesitará reunir en el Senado, como cámara juzgadora, los dos tercios de los miembros presentes.
Al regreso a la Rosada hubo paseo de la familia por las dependencias, la primera foto oficial en el sillón del despacho presidencial y de ahí al Salón Blanco para el acto más complicado de esa asunción y el que produjo el choque final con Cristina de Kirchner; la imposición de la banda y el bastón de mando. Todo corrió por cuenta deFederico Pinedo, que habría arrancado el día como presidente a cargo, en su rol de presidente provisional del Senado, y lo terminó con la entrega de la banda.
Pinedo, que aceptó todo el día con estoicismo las bromas sobre su efímera presidencia de 8 horas, no sólo cumplió con el pedido de Macri para ponerle la banda, sino que lo hizo en el sentido correcto. Hubo un momento de vacilación en el segundo de colocarle la banda a Macri: Pinedo no quiso cometer errores del pasado, como cuando Eduardo Duhalde le entregó a Néstor Kirchner el bastón al revés.
El fallo de María Romilda Servini de Cubría finalmente sirvió para cubrir la expectativa de todos los involucrados. Como adelantó este diario, Cristina de Kirchner venía dando señales claras desde hace días de que no estaba dispuesta a protagonizar esta ceremonia final, con el rito previsto de la entrega de los símbolos del poder y Macri despidiéndola en la explanada de la Casa Rosada. En lugar de eso pudo irse del Gobierno después del acto en la Plaza de Mayo y Macri tener su asunción sin presencia alguna de militantes kirchneristas.
No hubo cruces molestos en ningún momento para el nuevo presidente, ni cuando regresó a su casa, ni en el trayecto hasta la Cancillería, donde volvió a encontrarse con los presidentes invitados, como ya lo había hecho en el saludo inicial en la Casa Rosada.
La asunción de ayer fue, en ese sentido, un modelo de armonía sin fisuras, tras 72 horas que parecieron un terremoto político que en realidad no fue.
