En el paraje Trayayén, allí donde el paisaje se erige con colosos de arcilla que adornan con raras formas el desierto patagónico, desde hace unos años se siembra alfalfa y maíz y se crían nutridas vacas como si fuera la provincia de Buenos Aires.
El paisaje cambió drásticamente en 10 años, cuando se decidió poner en marcha un proyecto para correr la zona productiva de la Confluencia hacia las inmediaciones de Añelo, con miles de hectáreas para la plantación de vides, alfalfa, olivares, forrajes y, ahora, ganadería.
A pesar de que el proyecto hoy tiene sobre sus espaldas la sombra del monstruo de Vaca Muerta, nada detiene el impulso de intentar trasformar una histórica zona desértica en el pulmón para la cría de animales más grande de la región.
Pero esta crianza de vacas para el consumo interno (debido a la barrera sanitaria) tiene algo especial. Desde hace unos meses en uno de los campos, muchos de los terneros que se engordan en los denominados feed lots (corrales para engorde de ganado) lo hacen con compuestos de proteínas a base de peras de descarte.
Pablo Cervi es uno de los dueños de un campo de 200 hectáreas donde hoy se crían vacas. Comentó que el método de alimentar a los novillos con un compuesto a base de frutas y maíz lo vio en Estados Unidos y que es una alternativa para aprovechar la pera que ya no se cosecha de las plantas, por la crisis frutícola.
“Lo hacemos con la fruta que quedó en las plantas, que no se pudo cosechar, que va a descarte. Le hacemos un preparado de forraje con alta carga de proteínas, moliendo peras y plantas de maíz. Se muele y se fermenta en 60 días”, explicó el empresario.
Comentó que para iniciar este proyecto tuvo que comprar una máquina especial y modificarla para la molienda de peras. La iniciativa empezó el año pasado y hoy le está dando sus resultados, en un campo que tiene alrededor de mil animales.
La finca está dividida en un sector donde hay plantaciones de maíz, otro de alfalfa y el resto para el ganado. Es como un círculo donde se produce el alimento para engorde por un lado y las vacas por otro, para que el proyecto sea más rentable. Y para no perder dinero con la fruticultura, Cervi incorporó la fruta que casi no tiene valor en el mercado.
“Lo de las peras lo probamos nosotros porque el valor de la fruta hoy en la industria es muy bajo y tratamos de buscar alternativas. En Estados Unidos las usaron para la ganadería; 4,5 kilos de peras son equivalentes en proteínas a uno de maíz”, resumió Cervi.
El método dio resultados y la combinación de frutas con cereales comprobó que da más energía al animal de recría que, cuando obtiene el peso ideal, se vende a buen precio y va a las góndolas de toda toda la región.
Además de rendir, la alfalfa les da belleza a los campos
La alfalfa es un forraje que cada vez tiene más plantaciones en la región. De hecho en Añelo, hoy se pueden ver cientos de hectáreas y campos pequeños con rollizos que se venden para alimentar ganado.
No sólo nutre los suelos de compuestos necesarios para hacerlos fértiles, sino que también sirve para mantener la tierra activa y tener una mínima rentabilidad para, en un futuro, invertir en otra producción, con un suelo rico en componentes.
Este cambio se dio de manera histórica en toda la región de Añelo, a pesar de la amenaza latente de la industria petrolera de reemplazar la matriz productiva de la región.
“La alfalfa es la reina de esta zona, tiene un rendimiento que pude alcanzar los 18.000 kilos por hectárea, en materia seca. La mayoría de la gente piensa que la alfalfa es un alimento neutro, pero es de excelentísima calidad. Es muy bueno”, aseguró a este diario el productor Pablo Cervi. Lmneuquen.com.ar
