Las algas podrían ser clave para alimentar a la humanidad, combatir el cambio climático y transformar comunidades costeras. El cultivo de algas no requiere tierra, fertilizantes ni agua dulce. Y lo que es aún más importante: el océano produce más de la mitad del oxígeno que respiramos y absorbe un tercio del Dióxido de Carbono (CO2) generado por el ser humano, así lo señala un artículo especializado publicado por las Naciones Unidas.
Desde Bretaña, un llamado desde el mar
Vincent Doumeizel es experto en políticas alimentarias y asesor del Pacto Mundial de la ONU y convirtió a las algas el eje de su vida profesional. Su cruzada lo ha llevado a escribir "La revolución de las algas" y a fundar la Coalición Mundial de Algas Marinas, con más de 2.000 miembros en todo el mundo.
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Un recurso antiguo con futuro brillante
Las algas existen desde hace más de mil millones de años. Fueron los primeros organismos complejos en realizar fotosíntesis, creando oxígeno y sentando las bases de la vida multicelular. Hoy, Doumeizel las define como una "supersolución" para cuatro grandes crisis: climática, medioambiental, alimentaria y social.
En su manifiesto coescrito con la FAO, el Banco Mundial y otros organismos internacionales, plantea que este humilde recurso marino puede restaurar los océanos, alimentar al planeta y sustituir materiales contaminantes como el plástico.
Nutrición, clima y tecnología
Desde Okinawa hasta Bretaña, Doumeizel ha visto cómo las algas contribuyen a la salud y a la sostenibilidad. Estas verduras marinas, como la Ulva lactuca (lechuga de mar) o la Caulerpa lentillifera (caviar verde), están cargadas de vitaminas, fibras, proteínas y ácidos grasos omega-3.
Pero también son potentes sumideros de carbono: algunas especies, como el kelp gigante, pueden crecer hasta 60 cm al día, capturando más carbono por hectárea que los bosques terrestres.
Estudios recientes revelan que alimentar vacas con algas rojas puede reducir sus emisiones de metano hasta en un 90%. Además, las algas pueden transformarse en bioplásticos, combustibles, tejidos y medicamentos.
-"Podemos cambiar el paradigma fomentando el cultivo de algas", afirma Doumeizel.
Un mercado en expansión, pero sin reglas claras
La industria algal genera 17.000 millones de dólares anuales, cifra que podría aumentar otros 12.000 millones para 2030, según estimaciones de la ONU. Sin embargo, la falta de regulación es una barrera. No existen aún normas del Codex Alimentarius que garanticen la seguridad alimentaria en este sector.
Asia lidera el mercado, en especial con el nori para sushi, pero Europa también avanza. En Algolesko, una de las mayores granjas de algas de Europa, 150 hectáreas frente a la costa de Bretaña producen Laminaria de forma ecológica.
Empoderamiento femenino desde el mar
El impacto social de las algas también es notable. En Zanzíbar (Tanzania), cerca del 40% de las nuevas empresas algueras están lideradas por mujeres. Muchas viudas o solteras encontraron en las algas una forma de independencia económica: construyeron escuelas, educaron a sus hijas y se insertaron en mercados locales.
Pero el cambio climático las ha obligado a adentrarse más en el mar, fuera de la costa. Para que esta revolución no excluya a nadie, la coalición de Doumeizel enseña a mujeres a nadar, navegar y manejar botes.
-"Tenemos que asegurarnos de que esta revolución no deja a nadie atrás", señala.
Un ecosistema bajo amenaza
Paradójicamente, las algas también están sufriendo. En lugares como California, Noruega y Tasmania, el 80% de las praderas marinas han desaparecido debido al calentamiento global, la acidificación del océano, la contaminación y la sobrepesca.
Doumeizel habla de "bosques marinos" para cambiar la percepción de las algas como residuos. "Preservarlas es tan necesario como proteger el Amazonas", escribió.
En la reciente UNOC3 (Tercera Conferencia de la ONU sobre los Océanos), Doumeizel presentó la creación de un Grupo de Trabajo de la ONU sobre Algas Marinas, que reúne a seis agencias internacionales para establecer estándares y coordinar políticas globales. Se prevé que una resolución sobre algas sea votada en la Asamblea General de la ONU en 2026.
Cultivar el mar, sanar el planeta
La visión de Doumeizel es clara: cultivar el océano no para explotarlo, sino para curarlo. Incluso fenómenos dañinos, como la floración masiva de sargazo en el Atlántico, pueden transformarse en oportunidades: biocombustibles, fertilizantes, textiles y más.
-"Estas floraciones están causadas por la contaminación y el cambio climático. Pero también pueden ser un recurso", afirma.
Hace 12.000 años dejamos de ser cazadores-recolectores en tierra. ¿Por qué no dar el mismo paso en el océano?
-"Es una invitación. Y tal vez, una última advertencia", concluye Doumeizel.
