La reinvención de los ovinos
Una industria que por años estuvo enfocada en la lana, ha crecido también en la exportación de carnes. Hoy sus productos compiten de igual a igual con potencias mundiales como Australia o Nueva Zelandia
“Uruguay es un país que en materia ovina tiene cosas súper interesantes y que, por supuesto, deberíamos tratar de replicar en Chile, especialmente en lo que se refiere a darse cuenta de que hay un negocio con potencial, tal como ellos lo han hecho con la carne en el último tiempo”, dice Daniel Claro, ingeniero agrónomo y productor ovino de la Región de Los Lagos.
Claro se refiere a que, pese a ser un país con solo 176.215 kilómetros cuadrados, se ha transformado en un referente en el rubro ovino latinoamericano, que le ha permitido transformarse en un exportador que está presente en los mercados más exigentes del mundo.
Al igual como ha ocurrido en Chile durante los últimos años -aunque no de forma tan pronunciada- el número de productores de ganado ovino en Uruguay se ha reducido hasta llegar a unos 13 mil, en su mayor parte pequeños y medianos. Algo similar ha ocurrido con el ganado. De hecho, hoy se estima que existen cerca de 7.300.000 cabezas ovinas -más del doble de las que existen en nuestro país-, de las cuales se extraen principalmente lana -su producto principal- y carne.
Y prácticamente toda su producción se exporta, pues el mercado interno de ese país es casi inexistente.
En 2013, por ejemplo, la industria ovina de Uruguay vendió al exterior alrededor de US$ 388 millones, de los cuales 68% correspondió a lana y productos de lana y 25% a carne ovina. El 6% restante se dividió entre ovinos en pie, pieles ovinas y lanolina.
Pese a que las exportaciones de lana siguen siendo mayoritarias, los envíos de carne han empezado a crecer, lo que le permite al sector hacerse más competitivo”, asegura Ignacio Abella, agrónomo y experto del Área de Investigación y Desarrollo del Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL), quien expuso sobre el modelo ovino de su país en la última SagoFisur.
Las bases del modelo
Para los especialistas no hay mayor misterio: cuando se pretende competir de igual a igual con potencias como Australia o Nueva Zelandia no hay más alternativa que hacerlo con productos de la más alta calidad. Esa es la consigna que ha llevado a que toda la industria -productores, asesores, empresas faenadoras y exportadoras- trabaje en conjunto para encontrar las fórmulas que les permitan acceder a los precios más altos del mercado. La idea, dicen, no es otra que mantener la competitividad frente a otros negocios agrícolas que en los últimos años han ido ganando terreno, quitándole protagonismo a esta actividad.
Una de las características del sistema uruguayo es el pastoreo mixto de praderas con ovinos y vacunos. Este sistema, basado en el campo natural, donde predominan principalmente las gramíneas y escasean las leguminosas, es el más usado por los productores, debido a su bajo costo de producción. De igual forma, existe un área de pasturas mejoradas que se usa principalmente para la terminación de corderos.
La idea es que los animales de mayor requerimiento nutricional puedan acceder a este tipo de pastos de mayor calidad, y eso considera incluso a las ovejas preñadas, luego de realizada la ecografía, lo que permitiría que tengan una mejor producción de leche. Algo similar ocurre con las ovejas que se pretenden preñar, a las que se alimenta con estos pastos antes para que enfrenten en buena condición corporal el servicio y así se preñen sin mayores problemas.
Otra de las bases del sistema de producción uruguayo se ha centrado en la utilización de razas puras. Pese a ello, existen algunas excepciones, por lo que en la actualidad no es extraño encontrarse con cruzas. En ese contexto, las razas más utilizadas por los productores de ese país son las de doble propósito, las que les permitirán a los ganaderos obtener una buena producción de lana y también de carne.
Dentro de esto, las más usadas son la corriedale (especialmente en el sector lanero), que se estima corresponden a al menos la mitad de las cabezas que hay en el país; la merino, la ideal, que produce lana entre 19 y 23 micas y posee una buena conformación carnicera.
En un lugar secundario se encuentran razas como Merilin, Romney Marsh y otras cruzas. También destaca el caso de Merino Dohne, raza de origen sudafricano, que fue llevada a Australia y desde ese país a Uruguay, la cual posee una buena conformación carnicera y produce lana en el eje de 20-22 micas.
En los últimos años se han incorporado razas maternales, con buenas tasas de señaladas, donde destacan Frisona y algunas cruzas con Finnish (por ejemplo, Highlander), las cuales están pensadas para establecimientos de menor escala. En este último caso, para que alcancen su máximo potencial deben acceder a la cantidad y calidad adecuada de comida.
Daniel Claro asegura que “en Chile estamos más avanzados en este tema”.
Laneros de estirpe
“Uruguay desde siempre ha sido un país lanero, tienen una cultura que se arrastra por años, y eso se nota”, explica Daniel Claro.
Pese a que en las últimas décadas el negocio comenzó a decaer, el rubro sigue siendo el principal soporte del negocio ovino uruguayo, lo que se ha visto reforzado por la lenta, pero sostenida recuperación que han tenido los precios internacionales en los últimos años. Así, mientras en 2004 el productor recibía cerca de US$ 4 por kilo de lana fina de 22 micas, hoy ese valor aumentó a más de US$ 6. “Existe el incentivo económico para que los productores -en todas las razas- apuesten a afinar sus lanas”, asegura Abella.
Los tops -lana lavada y peinada- también se han visto beneficiados con este ciclo de alzas. A mediados de los noventa, por ejemplo, su precio llegaba a casi US$ 6.000 por tonelada, mientras que en los últimos años incluso ha superado los US$ 8.500 por tonelada.
Si bien China sigue siendo el principal destino para esta industria, existen ciertos mercados europeos como Alemania e Italia que ven con buenos ojos la producción uruguaya.
Y es que la industria de la lana es una cadena que parte en el productor, pasando por el lavadero, el peinador, el hilandero, el tejedor, y hasta el que confecciona las prendas. Pese a ello, dicen los productores, es bastante primaria, debido a que solo llega a la etapa de tops.
Los productos de más valor como hilados, tejidos o prendas han perdido terreno en términos relativos, debido a la acción del tipo de cambio y a costos internos de producción, que les ha quitado competitividad a nivel internacional.
Uruguay produce mayoritariamente lanas medias, es decir, entre 23 y 30 micas, que se usan para vestimentas y tapicería; aunque con el tiempo también ha crecido la producción de lanas finas, con menos de 23 micas.
A diferencia de Nueva Zelandia, este país prácticamente no produce lanas gruesas, como las que se usan para alfombras. Su producción se caracteriza por tener una alta calidad, gracias a que poseen buen largo de mecha, buena resistencia a la tracción y buen rendimiento al lavado (entre 75%-82%). Esto se debe, en gran medida, a que existen majadas que tienen mejoras genéticas. “Desde hace décadas se está seleccionando bastante y desde hace años en base a evaluaciones genéticas. Lo mejor es que los productores están convencidos de que ese es el camino”, dice Abella.Pero los productores son conscientes de que con la calidad no alcanza. Por lo mismo, desde hace un tiempo se empeñaron en darle un plus a su producción y comenzaron a invertir en la presentación. Esto ha llevado a que en la actualidad se realice un trabajo de acondicionamiento de lanas para sacar las puntas quemadas y otros contaminantes y categorizar los vellones, para distinguir si son de tipo A o inferiores. La idea no es otra que separar los diferentes tipos de lana que la oveja produce y así valorizar esta producción.
El nuevo flanco de desarrollo
En momentos en que el negocio lanero comenzaba a decaer, en Uruguay se dieron cuenta de que una buena posibilidad para reimpulsar la industria era abrirse a la producción de carne. Fue así como a inicios de los noventa se enfocaron en potenciar este rubro y desde entonces no han parado. Lo positivo es que la contingencia en los mercados internacionales los tiene parados en una posición sumamente expectante.
A principios de la década de los noventa, por ejemplo, la tonelada de carne ovina se transaba a poco más de US$ 1.000. Esta situación ha cambiado de forma radical en los últimos años. En 2013, el precio promedio de la carne llegó a casi US$ 4.000 por tonelada. Este año, incluso, se han realizado negocios en Uruguay que han rondado los US$ 4.500 o US$ 5.000 por tonelada.
“Esto mismo ha permitido que la producción de carne ovina, que por mucho tiempo fue vista como una especie de subproducto del negocio, hoy esté cobrando un protagonismo muy interesante”, agrega Ignacio Abella.
Los principales mercados para la carne uruguaya de origen ovino son Brasil, la Unión Europea y China, que poco a poco aumenta los volúmenes de compra.
“Vender carne ovina a China es genial si se piensa en el largo plazo”, asegura Daniel Claro en Chile.
Por estos días, además, Uruguay se encuentra negociando la entrada de carne ovina a Estados Unidos, lo que de concretarse significaría un tremendo impulso para la industria.
Pero, quizás, uno de los hechos que más ha impactado el transitar de la industria ovina uruguaya por el negocio de la carne ha sido la producción de corderos pesados tipo SUL, innovación que les ha permitido seguir trabajando en la lana, pero dando un plus a la producción de carne.
El cordero tipo SUL debe tener dientes de leche, no sobrepasar los doce meses y un peso individual de 34 a 40 kilos.
Si bien Daniel Claro reconoce y valora el esfuerzo hecho por el sector ovino uruguayo en este tema, indica que en Chile existe el potencial para producir corderos aún más grandes. “Yo produzco corderos de 50 kilos de peso vivo sin grasa en cinco meses, porque tengo la genética y la tecnología. El problema es ese: solo lo hago yo, porque en Chile no existe el interés ni la cultura ovejera que tienen los uruguayos”, explica.
La última innovación es apostar por la producción de animales tipo SUL, que les ha permitido seguir siendo fuertes en lana, pero crecer en carne. Es un cordero de hasta 12 meses, con un peso individual de 34 a 40 kilos.