Sociedad

La historia de "Yiya" Muran

Nunca reconoció los crímenes ni su móvil. Las víctimas, dos amigas y una prima, le habían prestado un total de 300 mil dolares, pero al momento de tener que devolverles el dinero, prefirió matarlas

14 Sep 2015

María de las Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano, "Yiya" para los allegados, llegó a las tapas de los diarios argentinos a finales de abril de 1979 rebautizada como "la envenenadora de Monserrat". Nació en Corrientes, el 20 de mayo de 1930, en el seno de una familia militar. Se recibió de maestra, pero nunca ejerció. "Prometió mantenerme toda la vida" contaría ella misma, orgullosa, sobre el primero de sus maridos. La misma exigencia fue para los dos que siguieron. "Yiya" era una confesa amante de los placeres. Los años también hicieron que dejara el lado el pudor, propio de su clase y apariencia, y que contara que tuvo cientos de hombres a sus pies y que uno de ellos le compró dos departamentos que luego regaló.

Al final de la década del 70 comenzó a escribir las historias por las que penosamente pasó a la historia. Quizás, siendo hija de militares y esposa de un reconocido abogado, no imaginó que las cosas se saldrían de cauce. El exceso de lujos vulgares y su amor por el dinero la convirtieron en una estafadora poco inteligente que, al momento de enfrentar a sus acreedoras, optó por una salida más allá del pagaré: el cianuro.

Yiya Murano fue acusada por triple crimen y estafas.

En 1979, Argentina vivía sus años más oscuros. El gobierno de Isabel Martínez de Perón había sido derrocado tres años antes y la Junta Militar, con el dictador Jorge Videla a la cabeza, estaba al mando. El contexto social era el peor y la economía estaba en manos de José Martinez de Hoz que, a fines de 1978, había presentado "la tablita", un sistema de devaluación programada. Esa medida junto con la ley de entidades financieras (Ley 21.526) promovió la especulación y la pérdida de los ahorristas. En ese desanimo generalizado, "Yiya" Murano entró en escena prometiendo entre sus conocidos que podría hacerles ganar mayor tasa de interés que las que otorgaban los bancos (con el antecedente de más de 20 entidades financieras hundidas por la quiebra).

"Dios mío, es la tercera amiga que se muere en poco tiempo"

Los crímenes de "Yiya" Murano fueron tres, pero gracias al último pudo iniciarse la investigación que la sentenció a prisión perpetua, aunque solo cumplió 16 años de cárcel ya que fue beneficiada por la ley del dos por uno.

El 24 de marzo de 1979, el portero de un edificio de la calle Hipólito Yirigoyen contó a la policía que la señora Murano le había pedido una llave del departamento de Carmen Zulema del Giorgio de Venturini, su prima, quien unos minutos antes había caído rodando por las escaleras. Los médicos que firmaron el acta de defunción dijeron que fue por muerte natural. Pero el encargado había aportado otros datos reveladores: la mujer que le pidió la copia para ingresar a la vivienda de la occisa usó el pretexto de necesitar una "libretita" para avisar a los parientes; sin embargo, había salido con papeles y un frasquito en la mano. No lo hizo en silencio. Mientras bajaba se lamentaba a los gritos por haber perdido a tres amigas en poco tiempo.

Más tarde, Diana, la hija de Carmen, declaró que la casa estaba revuelta y que faltaba un pagaré de 20 millones de pesos ley. Era el préstamo que le había extendido a "Yiya", pero que intentó disfrazar como dinero al que le duplicaría el valor por decirse experta en esos negocios.

"JAMÁS HE MATADO. EL DÍA QUE ME ENCONTRARON CULPABLE SENTÍ QUE EL TECHO SE ME CAÍA ENCIMA"

Las dudas y una bandeja de masas finas repetidas en otras dos escenas obligaron a que la muerte natural cambiara de carátula y que se investigaran los fallecimientos de otras dos mujeres, casuales prestamistas de Murano.

La nueva autopsia al cadáver de Carmen Zulema fue contundente: había cianuro. De inmediato exhumaron el cuerpo de Nilda Gamba, vecina de "Yiya", que había muerto el 10 de febrero de 1979; y de Leila Formisano de Ayala, quien murió 15 días después. A las dos les debía dinero y en ambas viviendas había un paquete de masas caseras, parecido al que cargaba cuando fue a visitar a su prima. Las necropsias de las mujeres revelaron la presencia del mismo veneno. Las dudas se desvanecieron para confirmar que Murano había envenenado a las tres mujeres por una deuda total de 300 mil dolares y que las masitas eran el escondite del tóxico letal.

De la vida de lujos al penal de mujeres de Ezeiza

El 27 de abril de 1979, "Yiya" Murano fue detenida en su departamento de la calle México, en el barrio de Monserrat. Ese día la maestra y esposa de un reconocido abogado pasó a la historia como "la envenenadora de Monserrat". La prensa acortó su extenso nombre por "Yiya".

En ese momento solo pidió que le permitiesen ponerse un abrigo y arreglarse un poco. Se declaró inocente de todos los cargos. Los informes del caso Murano destacan la manera, casi convincente, de hablar de la acusada; pese a ello no le creyeron. Murano fue juzgada y acusada por el asesinato de las tres mujeres, dos amigas y su prima, y por estafa.

En 1980 las trabajadoras del Servicio Penitenciario encuentran a "Yiya" desmayada en los pasillos de la prisión. Era un tumor que luego le fue extirpado. Logró recuperarse muy bien. En 1982 supo que el juez Ángel Mercado la había encontrado inocente de las muertes y ordenó su inmediata libertad. Esa bocanada de aire duró poco: en 1985 la Cámara de Apelaciones la encontró culpable de los cargos en su contra y volvió a prisión.

"NO HE COMETIDO LOS CRÍMENES DE LOS QUE SE ME ACUSA... HE SIDO CONDENADA ARBITRARIAMENTE"

"Por entonces, el sistema judicial era escrito, no había juicios orales, por lo que la causa seguía su curso con apelaciones y presentaciones que se manejaban en el más absoluto hermetismo. La Sala Tercera de la Cámara del Crimen porteña, finalmente, el 28 de junio de 1985, notificó el fallo final del caso Murano. En rigor, los jueces rechazaron un recurso extraordinario de apelación, por lo que la pena de reclusión perpetua quedaba firme", escribió en un informe el periodista Paulo Kablan.

La conmutación de la pena de reclusión perpetua y la aplicación de la "Ley del 2 x 1" lograron que en los años 90 se considerase que "Yiya" Murano había cumplido su pena. Ya es parte del mito Murano que los jueces que dictaron su libertad recibieron un paquete de masas que jamás comieron.

"Yiya" volvió a escena luego de su tercer matrimonio. Se casó con un hombre ciego y vivían con la hija de él, que la echó de la casa por creer que la estaba envenenando. Alejada de su hijo, que en 1994 escribió un libro denunciándola, se mudó a un geriátrico.

Palabras de "Yiya"

Yiya Murano entrevistada por Soledad Silveira en 2008. En la mesa, las "masitas" similares a las que usó con sus víctimas.

"Recuerdo que cuando fui al programa de Mirtha Legrand no comí el postre porque no me gusta lo dulce. Se dieron cuenta y Mirtha me lo hizo notar. ‘ ´Mirtha, yo no soy zonza. El postre lo traje yo, así que cómo lo voy a comer´’, le dije sugiriendo que estaba envenenado. Y todos se empezaron a reír a carcajadas (...) “Frente a vos tenés a una usurera, a la degenerada más grande. Yo daba diez pesos y vos me tenías que dar 30. Las tres eran amigas mías y reconozco que fui usurera con ellas. Pero a mí no me importaba”".

"Antonio Murano no sabía nada de mi vida, que en paz descanse. Le pido perdón. Pensar que ahora regalo muchas cosas. Tenía tres departamentos, –me los habían regalado mis amantes– y los doné".

"Yo nunca trabajé. Mi marido jamás se ocupó de las cuentas. Él cobraba y me daba todo a mí. Teníamos un buen pasar, éramos propietarios de 14 departamentos". Revista Para ti, 2005.

"He llorado siempre, permanentemente. El día que me encontraron culpable sentí que el techo se me caía encima". Entrevista con Lía Salgado. 1995

"Estuve presa 17 años, 8 años de libertad condicional, siendo inocente de crímenes (...) La justicia humana conmigo se ha equivocado. ¿Un juez te da la libertad y después te condenan? Mi propio hijo me injurió y acusó de muchas cosas". Entrevista con Lía Salgado. 1995.

"Nunca cociné masitas. Yo siempre las compraba...". Revista Para ti, 2005.

Los tiempos finales de Yiya Murano

Su muerte no está confirmada, su vida tampoco. Lo ultimo que se supo de ella –hace poco menos de dos años– es que vivía en un geriátrico y que tenía demencia senil. Antes de que su mente fallara dio varias entrevistas en el asilo. Quienes tuvieron contacto con ella aseguran que jamás recibió visitas, ni de su hijo, pese a que juró que ya se había reconciliado. "Lo perdoné", dijo a una revista.

Lo único que "Yiya" Murano hizo toda su vida fue vivir la vida del personaje que creó. Nunca confesó esos crímenes, sí se autodefinió como "la degenerada más grande".