Fruticultura

Tijera en mano

La poda de un árbol frutal tiene como objetivos lograr una estructura que permita su entrada en producción en el menor plazo posible y producir fruta de máxima calidad todos los años.

Además la poda optimiza la tarea del productor y permite obtener un fácil acceso al árbol para realizar tareas como cosecha, raleo, poda, tratamientos sanitarios, entre otros.

Asimismo mejora la intercepción de la luz por el árbol y su distribución dentro del mismo, incidiendo directamente en la formación de estructuras fructíferas y flores, cuajado y desarrollo de frutos y en la calidad final de los mismos.

En la variedad de pera Williams, la fruta se produce tanto en estructuras fructíferas cortas, como en brindillas más largas. La mejor calidad se logra en estructuras ubicadas sobre madera de dos ó más años.

Aquellos crecimientos bien ubicados no deben podarse (ramas de un año que crecen lateralmente, no erectas), así se preparan para producir flores. Una vez lograda esta situación deben acortarse a la mitad (dependiendo del largo) para obtener la fructificación sobre una rama firme que pueda soportar la fruta.

Es muy común ver un exceso de crecimiento vegetativo, brotes erectos (denominados comúnmente chupones) en las partes altas del árbol y laterales bien iluminados. En estos casos es necesaria la intervención en primavera-verano (poda de verano) con el objetivo de eliminar estos crecimientos innecesarios y permitir una entrada de luz a las partes bajas e interiores del árbol.

Cuando las estructuras fructíferas (dardos) se envejecen hay que producir una renovación de ellas acortándolas de manera de lograr nuevos crecimientos que luego sigan el camino de la fructificación.

Debe recordarse que la poda no es una práctica aislada dentro del manejo del árbol para obtener calidad de fruta, deben también considerarse otras prácticas como el riego, raleo de frutos, tratamientos sanitarios, polinización, etc.