Turismo

Azul: escapada ideal para el fin de semana

Las monumentales obras públicas del iconoclasta Salamone, una de las colecciones del Quijote más importantes del mundo, delicias gourmet, aventura y ocio a 325 km de Buenos Aires

 El casco urbano

Una buena manera de conocer esta ciudad afable, de tímido encanto, es alojarse en pleno centro -la mejor opción es el Hotel Gran Azul, un clásico en todos los sentidos- y salir a caminar sin rumbo por sus anchas veredas bordeadas de naranjos cargados de frutos.

Recorrer el Paseo Bolívar, entre 25 de Mayo y Colón, y pararse a contemplar las espléndidas casonas de principios del siglo XX -en su mayoría de estilo ecléctico francés o hacer un alto en el Cantoncillo de Santa Margarita: un pequeño rincón andaluz. Cruzar la plaza San Martín, cuyo embaldosado en bandas ondulantes produce la sensación óptica de estar caminando sobre el agua, y visitar la Catedral de estilo neogótico donde tañen, intermitentes, tres macizas campanas bautizadas en honor de sendas damas. Y elTeatro Español, que conserva intacta su marquesina de 1897.

En el interín probar el postre Dulcinea (receta azuleña que combina mousse de queso y naranjas amargas sobre base de amarettis, almendra tostada y miel) en Raíces, en diagonal a la plaza, o dejarse tentar por la chingarra vasca (panceta y huevo frito con una pizca de ají molido), uno de los innúmeros platillos de las célebres picadas de La fonda, pocas cuadras más allá.

Alejándose del centro se encuentra la Iglesia del Buen Pastor, de estilo romano-lombardo, donde destacan los vitrales de Antonio Estruch y los frescos con motivos de ovejas pintados en sólo 45 días por el ruso Ahmetov.

En la antigua estación de ferrocarril, los talleres municipales de Platería y de Hilado y Telar recuperan saberes ancestrales. Cacho Scalcini -fundador de la escuela y platero de raza- trabaja sobre la bala de cincelar. Mientras explica la técnica sentencia: "Desde Cellini hasta hoy lo único nuevo, en cuestiones de orfebrería, es el gas".

Casa Ronco y Museo SquirruEn enero de 2007, Azul fue declarada "Ciudad Cervantina de la Argentina" por el Centro UNESCO Castilla La Mancha. Apasionado cervantista, carpintero de juguetes que regalaba a los niños vecinos, coleccionista incansable, el abogado Ronco (1881-1952) logró reunir más de 350 ediciones del Quijote, además de láminas, ilustraciones, piezas escultóricas, diarios y otros objetos icónicos.

Donada al municipio en 1985,la Casa abre sus puertas a los visitantes con la misma generosidad, inferimos, con que las abriera el matrimonio Ronco a tantos escritores -Borges y Rafael Alberti entre ellos-, músicos y amigos.

El Museo Squirru, con sede en la primera casa de altos de Azul, conserva una de las más importantes colecciones de platería pampa araucana del país. Trapelakuchas (colgantes de pecho) de 300 a 400 años de antigüedad, ñgtroes (fajas cubiertas de cupulitas de plata) y runi-runi (series de campanillas engarzadas) -bellos adornos femeninos de cepa mapuche- conviven con la platería criolla (profusión de rastras, espuelas y yesqueros) que en sus tiempos supieron lucir los gauchos azuleños.

A orillas del Calvú Leuvú Uno de los paseos preferidos por los azuleños, en el bucólico invierno o el verano vibrante, comienza en la plaza Don Quijote (grupo escultórico en hierro y chatarra de Carlos Regazzoni) y siguiendo el curso natural del arroyo atraviesa la ciudad desde el Parque Sarmiento hasta el Lago Güemes.

El parque de 22 hectáreas alberga más de 250 especies de árboles y es una caja de sorpresas: cada sendero desemboca en un rincón inesperado (hay una isla de poetas, un patio andaluz, un pino histórico que dicen retoño del de San Lorenzo). Pero el secreto es éste: llegar de noche y contemplar, iluminado, el portal Art Decó de tres cuerpos verticales diseñado por Salamone.

Poco más allá del parque, pasando el Club de Remo, se encuentra el Balneario Municipal Alte. Browncon su espejo de agua de 6 hectáreas y trampolín rojo en el medio: una enorme pileta de natación natural.

Nievas es la más pequeña de las tres colonias (las otras son San Miguel e Hinojo) fundadas por alemanes del Volga en el partido de Olavarría. Allí recibe, en su Rancho -una casa de té "a la criolla", con dulces y tortas caseros, cocina económica, luz de vela y farol, reja de pulpería y una miríada de detalles-, Pedro Stancanelli, "Pedrito" para todos: generoso anfitrión y guía experto en Azul y alrededores.

La colonia, también llamada Holtzel, tiene el conmovedor encanto de "un pueblito perdido": 16 habitantes, cuatro o cinco casas inmemoriales, una de ellas de piedra, una iglesia con altar de madera y lata pintada, vacas mansas que regresan a los corrales, perros que dan la bienvenida... y un atardecer incomparable.

Por la noche, para no desentonar -y después de una sabrosa comida en Posta Azul-, lo más propicio es recalar en Las tahonas, confortables cabañas de piedra a sólo 5 km del centro de la ciudad.

Monasterio Trapense, Pablo Acosta, Boca de las SierrasA unos 400 metros de la RP 80, entre tierras fértiles y vertientes que bajan de los cerros se levanta el monasterio trapense Nuestra Señora de Los Ángeles. Fundado en 1958 y construido al estilo medieval.

Siguiendo por la RP80 flanqueada por campos prolijos, llegamos a Pablo Acosta. Uno de esos pueblitos soñados que en nuestro país puntean el llano inmenso: pocas casas, el viejo cartel de la estación ferroviaria sacudido por el viento, la escuelita rural y el antiguo almacén de ramos generales, donde los sábados y domingos sirven asados y picadas y de tanto en tanto celebran una típica fiesta criolla.

La Boca de las Sierras es una entrada natural que conduce a los cerros por sendas onduladas. Misteriosas y casi aladas en su extensión, las Sierras del Azul evocan aquel breve poema: "cada color se expande y se recuesta / en los otros colores / para estar más solo si lo miras".