Múltiples factores se potencian y explican la gravedad de los incendios en Chile. En medio de la prolongada sequía y las altas temperaturas de las últimas semanas, surgen cuestionamientos a las plantaciones forestales.
Más de 330 mil hectáreas se han quemado en incendios este verano en Chile. El fuego ha estado muy cerca de zonas pobladas y provocó ya al menos 24 muertes.
Chile no enfrentaba incendios de esta magnitud desde 2017. Entonces, se quemaron más de 600 mil hectáreas y 10 personas perdieron la vida. En lo que va de este año, las llamas en la zona centro sur han arrasado más de 330 mil hectáreas y ya se cuentan 24 fallecidos, más de mil heridos y mil viviendas destruidas.
El fuego se ha propagado a gran velocidad por varias regiones, con numerosos focos y una violencia inusual, dejando severos daños económicos y en el ecosistema. Cientos de familias han sido evacuadas y los brigadistas forestales y bomberos combaten las llamas, con apoyo de equipos internacionales que llegaron al país sudamericano. "Estos incendios son denominados catastróficos por la magnitud de la superficie que involucran", señala a DW Juana Palma, presidenta de la Agrupación de Ingenieros para el Bosque Nativo de Chile.
"Este tipo de incendios eran raros hace unas décadas", observa el académico del departamento de Geofísica de la Universidad de Chile Roberto Rondanelli. El investigador del Centro de Ciencia del Clima y Resiliencia (CR)2 explica a DW que "sus causas no son únicas, sino que interactúan y hacen que estos se hagan más fuertes, frecuentes y destructivos".
En casi la totalidad de los siniestros está la acción humana, ya sea premeditada, por negligencia o accidente. La numerosa cantidad de focos simultáneos y la cercanía con zonas pobladas hacen sospechar que podría tratarse de hechos intencionales. Al menos diez sujetos han sido detenidos y son investigados por la Justicia.
Cambio climático, sequía y altas temperaturas
Uno de los primeros factores que explican la dimensión de esta catástrofe es el cambio climático. Las temperaturas máximas de la zona sur, donde se concentran bosques y plantaciones forestales, han aumentado en promedio 0,5 grados por década, por sobre el promedio del aumento global, indica Rondanelli. A esto se suma una sequía de más de diez años.
"En la zona donde ha habido más incendios tenemos clima mediterráneo, con primaveras y veranos secos. A la sequedad del suelo se sumaron altas temperaturas este año, asociadas a vientos más intensos que ayudaron a propagar el fuego", explica a DW Héctor Jorquera, profesor de ingeniería en la Universidad Católica de Chile e investigador asociado del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS).
Otro factor clave es que ha disminuido la distancia entre zonas urbanas y bosques o terrenos forestales. "Algunas ciudades del sur no tienen ningún resguardo porque están al lado de las plantaciones", comenta Rondanelli. Esto hace que haya mayor riesgo de que se inicie el fuego y a la vez este tenga mayores impactos en la población.
Jorquera sostiene que, así como hay ordenanzas que consideran el peligro de deslizamiento o inundación para regular las zonas edificables, se debiera tener en cuenta el riesgo de incendios. "Terrenos muy disparejos, que combinan valle y colina, producen corrientes de aire que facilitan que se propague el fuego, en comparación con lugares planos, donde además es más fácil visualizar el incendio y huir", señala.
Prende como caja de fósforos
Una deficiente regulación, falta de fiscalización, capacidad limitada de reacción y falta de estrategias para reducir riesgos se han evidenciado en la tragedia. Asimismo, han surgido cuestionamientos al monocultivo de pino y eucalipto de la industria forestal, que se concentra en las regiones más afectadas por las llamas.
Los monocultivos de la industria forestal, con especies como pino y eucalipto, se consideran factores que explican la gran extensión y rápida propagación de las llamas en Chile.
Aunque cualquier vegetación es susceptible de quemarse, Palma explica que, "en la composición y estructura de la madera de pino y eucalipto, hay muchas sustancias altamente inflamables. Como no hay otras especies asociadas en la plantación, esto prende como una caja de fósforos". Estas plantaciones son grandes superficies muy homogéneas, como un cultivo de trigo, sostiene la ingeniera forestal chilena, doctorada en la Universidad de Friburgo, en Alemania.
El investigador del (CR)2 coincide: "este paisaje modificado es muy poco resiliente a los incendios y los favorece". Así que "cuando se inicia el fuego es muy difícil de controlar". El bosque nativo, en cambio, tiene un paisaje de mosaico, con especies diversas y de diferentes alturas, que constituyen un cortafuego natural, observa Rondanelli. Además, consumen menos agua que las especies introducidas, por lo que ríos y arroyos se mantienen mejor.
Junto con regular y fiscalizar que las plantaciones estén a mayor distancia de cursos de agua, quebradas y zonas pobladas, Palma afirma que se debiera impulsar un modelo forestal que reduzca el riesgo de incendios: "Podemos y necesitamos plantar pinos y eucaliptos para la economía, pero con un modelo de silvicultura sustentable y socialmente amigable, sin plantaciones extensivas, sino que convivan con especies locales".
El impacto del CO2
Un efecto menos comentado, pero igualmente grave es que "los incendios contribuyen mucho a aumentar el dióxido de carbono en la atmósfera. Cuando la biomasa se quema, todo el CO2 que tenía capturado en su tejido se libera", explica Jorquera.
"Se calcula que las hectáreas quemadas en 2017 fueron equivalentes a todas las emisiones fósiles en Chile ese año. Y, ahora, ya en febrero, emitimos la mitad de lo que genera Chile en un año. Estamos empeorando el problema", lamenta el investigador.
Y concluye: "Los bosques y plantaciones son mecanismos de mitigación del cambio climático. Somos un país especialmente vulnerable y debiéramos impulsar medidas de adaptación. Antes de que se inicie el fuego, cuyo control es muy difícil, se pueden tomar medidas políticas y sociales de prevención a largo plazo, y fomentar paisajes más resilientes".