Contiene grasa monoinsaturada (ácido oléico), si bien en cantidad tres veces menor que la del aceite de oliva.
Su importante cantidad de vitamina E, de acción antioxidante, es otro de los puntos fuertes nutricionales del aceite de girasol.
El consumo habitual de aceite de girasol, sobre todo si se alterna con el de oliva, ayuda en la reducción del colesterol total y reduce el riesgo de enfermedades cerebro y cardiovasculares por su capacidad de producir vasodilatación (aumenta el diámetro de los vasos sanguíneos) y hacer la sangre más fluída y con menor riesgo de trombos o coágulos.
En la cocina, se recomienda utilizar el aceite de girasol en crudo porque conserva mejor sus propiedades.
Si se emplea para cocinar, conviene usarlo en preparaciones que no requieran de gran calentamiento: no es el más adecuado ni saludable para la fritura, porque su composición grasa hace que resista peor que el aceite de oliva las altas temperaturas y se descomponga antes.
Fuente: paperblog